Esa fue una de las primeras preguntas que surgió en la reunión.
Y no fue una exageración.
En un mundo donde los ciberataques son cada vez más frecuentes, no basta con digitalizar por eficiencia.
Lo importante es digitalizar con seguridad.
Porque no estamos hablando de cualquier archivo.
Hablamos de contratos laborales, boletas de pago, acuerdos con clientes, convenios de confidencialidad… documentos que, si caen en las manos equivocadas, pueden tener consecuencias legales, financieras o reputacionales.
Entonces la pregunta era válida:
👉 ¿Qué pasa si hackean la empresa que ofrece el servicio de firma digital?
👉 ¿Qué garantías tengo de que mis documentos van a estar protegidos?
La respuesta no vino en forma de promesas, sino de infraestructura.
Supimos que hay soluciones que operan sobre servidores con certificación Tier III, los mismos que usan empresas financieras, instituciones públicas y multinacionales.
Eso nos dio claridad:
🔐 Servidores con respaldo energético (ante fallas o apagones).
🔐 Sistemas redundantes que mantienen todo en línea, incluso si un componente falla.
🔐 Control de acceso físico y digital, monitoreado 24/7.
🔐 Disponibilidad garantizada del 99.982% al año.
🔐 Cifrado y cumplimiento de normativas legales vigentes, como las que exige Indecopi en Perú.
Esa combinación de tecnología y cumplimiento legal fue lo que nos hizo confiar.
Hoy firmamos digitalmente, sí.
Pero sobre todo, lo hacemos con la tranquilidad de saber que cada documento está resguardado, cifrado y disponible cuando lo necesitemos.
Porque no se trata solo de digitalizar procesos.
Se trata de proteger la confianza detrás de cada firma.